12.8.10

La playa de mi imaginación

__ La parte derecha de mi cara recibe la caricia de una brisa ya de primavera cuyo dueño es un cielo azul, enorme, reinante. Lo vivo, lo sueño, lo imagino pero lo veo. Lo quiero y, de algún modo, lo tengo. Pero escapa a mi alcance por su grandeza. Mis pequeñas manos nunca podrán tenerlo entre ellas pero éstas se conforman con poder verlo e intentar alcanzarlo cada día.

Algunas nubes intentan decorarlo pero no logran taparlo y la luz del sol de media tarde sigue arrebatando los colores de las fincas para sustituírlos por un amarillo vida.

Me levanto de mi asiento y me separo de estas letras. La luz es más ténue en estos momentos pero, mientras me alejo, no dejo de mirar por la ventana. Me adentro en el pasillo y espero que, al llegar al final y traspasar la siguiente puerta, encontrar unos metros de arena en los que sentarme a dibujar el horizonte con una mirada que anida el reflejo del agua. No pensar. Dibujar. Sentir la brisa salada en mi dedo cuando una, con él, el mar y el cielo.

Desde esa postura y ese paraje, ambos relajados y relajantes, lanzo un grito duro, estresado, vibrante y triste que agita el viento y nubla el azul. Nadie oye nada en él pero yo lo digo absolutamente todo.

P.D/ Si paseáis por la arena y véis una pequeña sombra sentada con los brazos rodeando las piernas, me habréis encontrado, pues, mientras espero, ayudo a guiar a los protagonistas de los cuentos de hadas desde la playa de mi imaginación.



© L'Enfant Cap Pas Cap

Y, hoy, sueno así...