4.12.09

El juego de la silla


Despierto dos horas más tarde de que mi cuerpo se incorpore y se despida del borde de la cama con el que acostumbra a intimar. Empiezo a ver cuando ya me he cansado de mirar. Largo letargo que acaba con un choque frontal. La realidad se precipita sobre mi.

Un intermitente me indica con el lenguaje de los colores que me enfrentaré una vez más al reparto más original de una obra jamás escrita. Pegado a la ventana, en pie, entre la parte delantera y la trasera del vehículo urbano. Vagabundo de un solo camino. Un vistazo rápido a través del cristal. Frío al tacto. Frío interno. Me refugio en un farsante calor humano al girarme. Apoyo la espalda en la ventana y una imagen, una fotografía que nunca será revelada, como un niño enfadado, empuja al resto del mundo hasta hacerlo desaparecer.

Mi mirada se reparte de izquierda a derecha con un rebote que intenta absorver lo máximo de ese momento: el carro de un bebé está enfrentado a una señora paralítica sentada en el suyo y ambos se miran. Hay más riqueza en el pensamiento desapercibido de ambas que en el cofre del pirata más malvado. En ese preciso momento todos íbamos sobre ruedas y nada iba sobre ruedas. La existencia era tan supérflua y efímera en esos segundos que ni el olvido ni la utopía tenían vela en este entierro.

Ilusión crepuscular y decadente tatuada en el alma de la señora. Leche, cereales y amanecer de la vida en el biberón del dueño del chupete. Dos enormes ruedas sustentaban una mirada anciana que intentaba arañar una estrategia ladrona de minutos al reloj. Cuatro pequeñas sujetaban la mirada hambrienta de llegar a conocer todo lo que los ojos vetustos de la persona que tenía enfrente vieron y que no dejaron escapar.

Las palabras se escapan por el reducto de la memoria pero esa imagen jamás se borrará porque, en ese momento que duró, tal vez, una milésima parte del número de pequeños instantes vividos por la señora, justo en ese momento, el camino de la vida y el de la muerte pusieron la música, comenzaron a dar vueltas alrededor de un asiento y, así, hasta que las notas se queden sin aliento. Vida y muerte jugaron juntas, como dos niñas caprichosas, al juego de la silla.


© L'Enfant Cap Pas Cap

4 comentarios:

  1. Más como almas gemelas, ambas otorgan vida, ambas otorgan muerte. Claros ejemplos de la femme fatale, soberanas del universo, se limitan a ciegamente obedecer el famoso eterno retorno del filósofo Nietzsche, que con demente vida conoció la muerte. ¿Cuánto tiempo de vida le queda a la muerte? ¿Cuándo le llegará la muerte a la vida? Ya sabes, paradojas.

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  2. Vida y muerte... ambas pelean en el juego de la silla, pero ninguna gana ni tampoco ninguna pierde. El constante fluir de sentimientos es lo que a veces mantiene en vida a la muerte y otras, por el contrario, mantiene en muerte a la vida. La verdadera razón de que no sólo los pies sirvan para llegar a las metas que nos marcamos es la simple ilusión de nuestros deseos.

    RE

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  3. Qué decir... contrarios e iguales, tan diferentes y a la vez tan parecidos, inexistente el uno sin el otro. No se como lo haces mago, te vales tan solo de una pluma? es la pluma de un ángel que derrama sangre divina sobre un simple folio. Transformas letras en melodía y me enbriagas con su belleza. Cada día te superas en descripción y la hermosura de tus pensamientos se definen claramente. Nunca dejes de escribir, yo nunca dejaré de leer.
    Un beso, angelito.

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  4. adoro tu forma de escribir, me haces ver tu forma de ver, entiendo tus palabras y comparto lo que pretendes hacer llegar. Sé que me has transmitido lo que quizá nisiquiera pensaras transmitir, tan solo pensabas escibir ese instante, ese que llega tan fácilmente a todo aquel que lee tus palabras.
    éste texto me gusta bastante aunque no es el que más.
    Sigue así viejo.

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Y, hoy, sueno así...